
Ahora que deja el cargo de la presidencia para convertirse en miembro fundador del patronato, Luisa Fúnez nos concede una entrevista en la que hablamos de su pasión por la fisioterapia y la parálisis cerebral, y el espíritu que siempre ha guiado a la fundación.
Luisa, hoy en día la fisioterapia es una de las disciplinas clave de la atención a la parálisis cerebral, pero que en tu juventud ni siquiera existía como carrera. ¿Cómo empezaste en el mundo de la fisioterapia? ¿Qué te inspiró a empezar?
Yo soy una chica de pueblo, hija de un hombre que era practicante en aquel tiempo. Mi padre me decía “Vas a estudiar medicina.”, y yo le decía que quería otra cosa. Cuando yo tenía 10 años, una mañana en mi pueblo iba a buscar a mi hermano y me paré en una puerta. Vi a un chico que sólo podía balancearse sentado y gemir. Lo recuerdo como si lo viera ahora mismo. Me quedé pensando “¿qué le pasará?”. Me fui a mi casa, y cuando llegué, le dije a mi padre: “Ya está, ya tengo carrera, yo voy a estudiar para tratar a ese niño”. Tuve que hacer enfermería primero, porque entonces no había carrera fisioterapia. Soy también una participante en la adquisición de los estudios de fisioterapia a nivel político. El día que nos comunicaron que se aprobaba en Cortes la carrera, ya estaba en marcha mi vida.
¿Siempre supiste entonces que querías especializarte en parálisis cerebral?
Yo quería tratar a niños, y no había niños. En rehabilitación a lo mejor alguno se había roto una pierna, un brazo… A aquellos niños se les ponía una tablilla para que hicieran callo. Era mucho más bonito lo que yo quería hacer. La parálisis cerebral no es una enfermedad, sino una alteración. Una alteración que ocurre por miles, millones de razones de la vida del niño, de la madre, del padre, de los genes… Yo quería mejorar esa situación. No centrarme en curar, sino en mejorar. Hay veces que mediatizas unos síntomas para que no estén tan afectados, y otras para que consigan algo. Si un niño puede conseguir andar, aunque sea con ayuda, queremos que ande. Si puede usar las manos, aunque sea con ayuda, que lo haga, pero sobre todo queremos el trabajo para esa mejora. Antes no había apenas atención temprana y ahora ha crecido mucho. Yo lo considero lo primero. Cuanto antes intervenimos, más éxito tenemos.
Originalmente se constituyó esta institución como un centro que atendía a 8 niños. A día de hoy es una fundación con tres centros y más de 140 niños y jóvenes. ¿Qué te inspiró, como fisioterapeuta, a ponerla en marcha? ¿Por qué diste el salto a hacer la fundación?
Yo soy una mujer puramente pasional. He sido una descarada para no pararme. Es lo que he hecho siempre: ir detrás de algo hasta conseguirlo. Yo recuerdo los inicios, recuerdo estar en la colchoneta todo el día, y mi socia de entonces también. Trabajábamos de 8 de la mañana a 8 de la noche las dos. Pero yo no estaba contenta, yo quería crear algo que tuviera continuidad. Todo lo que había aprendido como fisioterapeuta no lo veía en las manos de la gente.
Mercedes Tauler entró en ese momento para ayudar precisamente con ese objetivo, ¿verdad? Ya fue directora de la fundación hace años y ahora es la nueva presidenta. ¿Cuál es tu relación profesional con ella? ¿Cómo fueron vuestros comienzos trabajando juntas?
Mercedes vino a esta casa en 2002, y participó en la constitución de la fundación. Yo quería crear algo que tuviera vida para siempre, pero no sabía cómo hacerlo, y una madre del centro me dijo “¿Y si hicieras una fundación?”. Mercedes fue la que hizo el proyecto previo de la fundación, así que trabajamos juntas durante mucho tiempo y muy intensamente para sacarlo adelante.
¿Qué es lo que más valoras de ella como profesional?
Lo primero es que es una mujer muy bien preparada. Es abogada y licenciada en tres o cuatro carreras, pero yo siempre supe que las carreras no eran lo valioso, lo valioso era Mercedes. Lo segundo es que es una mujer muy muy humana, la generosidad que tiene como ser humano. Ella me enseñó mucho durante los años que estuvo aquí sobre todo lo que implicaba crear una fundación. Esta reestructuración se tiene que dar, es inevitable, y estoy muy contenta de que ella sea la nueva presidenta.
El equipo humano de Fundación Bobath ha ido creciendo, no solo en número de profesionales, sino en conocimiento, experiencia, equipamiento… ¿Cómo ha sido esa evolución alrededor del Concepto Bobath?
Mi pasión ha sido que no desaparezca el Concepto Bobath porque lo que yo quise siempre es sentirme plena trabajando con todo el equipo. El método es estupendo, pero tienes que entenderlo muy bien. Yo aprendí el concepto con los Señores Bobath, y he visto sus resultados. Me cedieron el nombre. Me dijeron “Solo a ti, no se lo vamos a dar a nadie más”. Por eso, el proyecto de educación de los profesionales nos ha acompañado siempre. Se ha ido abriendo la puerta a muchas innovaciones en el tratamiento. La vida cambia, el mundo ha cambiado y el espíritu sanitario ha cambiado para todos los profesionales. También para los médicos, los investigadores… Antes no había ayudas técnicas y ahora hay un montón de aparatos. Aunque esos aparatos no pueden ser sustitutos, tienen que ser complementarios.
Dejas la presidencia, pero continúas siendo una figura clave de la fundación en el papel de patrono fundador. ¿Qué esperas de esta nueva etapa? ¿Va a cambiar mucho tu rutina?
La reestructuración se tiene que hacer, pero mi aspiración siempre va a ser conseguir lo mejor para la Fundación, aunque ahora sea desde otro sitio.